Capítulo 55: "Disfruta el momento"

La carcajada como reflejo de la sorpresa acaecida a consecuencia de la particular lucha de sables acaecida en el Cuartel General de El Puerto de Santa María (Cádiz) se hizo evidente. Incluso hubo una camarera china que esbozó una disimulada sonrisa.

Sin embargo, no todos estamos pletóricos de felicidad. El corazón de Carolina empezó a volverse frágil por el estruendo que ocasionaban los petardos lanzados al cielo de Puertollano. Empezó a taparse los oídos con total rapidez y fue a buscar el cobijo de su amado Cristian. 

Su necesidad no se vio satisfecha porque estaba ocupado repartiendo collejas a diestro y siniestro a su hermano, el pequeño, Gabri. ¿Cuál fue la razón para cometer semejante afrenta? Tener ganas de depositar sus heces fecales y pedirle jugar a "Batman" a Jade y a Miriam.

No era la primera vez que Carolina era testigo de semejante abuso. Se llegó a plantear lo siguiente en su cabeza: si trata con tal rudeza a su pobre hermano, ¿cómo se las gastará con ella cuando los problemas llamen a la puerta?

Su preocupación empezó a invadir su cuerpo en forma de dolor de cabeza. Además, había salido de paseo sufriendo su cuerpo algunas décimas de fiebre. ¿Por qué siempre acechaban los anti-novios en sus instintos más primarios? 

Hace menos de dos años intentó cuajar una relación estable con Abel. Sin embargo, su condición de amigos con derecho a roce se fue a pique cuando en plena fiesta del instituto Galileo Galilei, el chico la apartó de sus prioridades para regalarle rosas y bailar con dos chicas que conoció en aquella fatídica noche.

Desde aquel momento, aplicaciones como "Tinder" o "Badoo", le sumergieron en la putrefacta escoria puertollanense. Sucesivos novios como Amín, Andrei o Jonas le dejaron al borde de un abismo que ni ella se ha atrevido aún a desvelarlo a sus seres más queridos. Quería impedir que los fantasmas del pasado dejaran de invadir su raciocinio. Por lo tanto, cuando pagamos la cena, dijo:

- Chicos, necesito irme a casa de Cristian, me encuentro mal. Me duele mucho la cabeza.
-No te preocupes Carol, nosotros te acompañamos. -propuso Jade.

Miriam y yo asentimos y ella lanzó una tímida mueca sonriente como acto que demuestra el apoyo unánime que le ofrece el nuevo grupo. Bueno, no precisamente todos. Raúl anunció su archa con el grupo de Josué e Ismael y Abel empezó a fruncir el ceño como descuerdo al deseo de su amiga.

También comenzaron a aparecer flashes del pasado en las entrañas de Abel. Recordó como noviazgo de Carol con Andrei provocó que ella le mantuviera apartado, aunque supiera semanas más tarde que aquella situación respondía a un férreo chantaje emocional con dosis de maltrato psicológico hacia la muchacha. 

Temía que se repitiera la historia y sobre todo, que Jade, Miriam, Luis y yo pudiéramos creernos sus hipotéticos bulos. Sin embargo, sus percepciones iban cargadas de prejuicios. Una prueba de ello es que las piernas de Carolina estaban al borde del desfallecimiento mientras encarábamos el mítico puente de San Sebastián. Menos mal que Jade y Miriam anduvieron atentas para que llegara sana y salva a casa de Cristian.

Aun así, tuvo la energía suficiente para pedirnos que la recogiéramos antes de volver a casa. Aceptamos la propuesta y optamos por aprovechar lo que quedaba de noche en el DiscoPub Zafiro. Por lo tanto, llamé a Abel y le pregunté donde estaba, a lo que respondió:

-Apostando en el Sportium con Javier. Nos vemos en diez minuto. Por cierto, ahora quiero hablar con vosotros- -advirtió.
-Mmm, Abel, ¿de qué se trata?, no quiero otra pataleta como la que nos diste la semana pasada.
- No no, tranquilo que no la voy a liar. Y no es sobre tí.
-Abel, cuando dices tranquilo, das miedo. Luego me cuentas.

Acto seguido, el personal comenzó a manifestarse sobre las palabras de Abel.
-Sergio, miedo me da lo que quiera decir Abel -dijo en cuánto colgué el celular.
-Y a mi. -exclamé como muestra de seguridad-, pero me pica más la curiosidad en saber que coño querrá.
-Pues yo lo tengo claro. -aseguró.
-A ver, haz que me sorprenda.
-Hijo mío, hay que mirar más allá. Te ha dicho sutilmente que se han acoplado Armando y compañía. Ten en cuenta que has mencionado Zafiro y futbolín, palabras mágicas para atraer a semejantes seres. Inteligencia artificial, ¿verdad perrito?
- Jade, aterriza, te recuerdo que ellos mismos se quisieron alejar del grupo. ¿Por qué querrían acoplarse ahora?
-¿Recuerdas que Javier acopló a tus amiguitos en tu cumpleaños cuando no pintaban nada? Pues si eso lo hizo en tu cumpleaños, imagina en una quedada normal.

-Es que madre mía Sergio, no se cómo te las apañas, pero siempre acaban llevándote a tu terreno. -se entrometió Miriam en la conversación.
-Pero que yo ahí no tengo culpa. Hemos quedado con él que le llamaríamos después. -repliqué enérgicamente.
-A ver chicos, calma, sobre todo tú Sergio que nos conocemos. Sabemos que el chico es tan calzonazos como nosotros, pero tampoco es plan encontrarnos con todo el pastel y sin aviar -sentenció mientras pulsaba uno de los semáforos ubicados entre la Virgen de Gracia y el Colegio Francisco Giner de los Ríos como prueba de que teníamos cerca nuestro destino.

La incertidumbre se acumulaba a medida que nos encontramos en el Zafiro. Las hipótesis se incrementaban y Jade deseaba borrarlas de su cabeza. Bastante tenía con intentar desglosar los conocimientos de Física pertenecientes al Grado Química para perder energía en teorías conspiratorias enfocadas a desprecios vivientes.

No obstante, las dudas se resolverían con tal rapidez al presenciar como Abel y Javier se ubicaban a la puerta del local con sus cuerpos plenamente estirados y con una mirada fija para centrar sus esfuerzos a reprochar basuras verbales. Las predicciones no fallaron, pero dichos argumentos estercoleros iban por otros derroteros.

- ¿Ya era hora no?. -se quejó Javier mientras me ponía una palmada en la espalda.
-Tío, es que la casa está lejos y hemos tenido que ir al ritmo de Carolina. Se sentía mareada.-justifiqué mientras me dirigía hacia los futbolines.

Sin embargo, Javier me dijo que no hacía falta puesto que debía irse, ya que había quedado con Armando y compañía para culminar la noche Navideña- En aquel momento, los sentimientos se encontraban totalmente divididos. 

Existía cierto alivio al comprobar que la toxicidad de los antiguos miembros de la pandilla mantenían una distancia de seguridad deseada. Sí, cabe recordar que habían pasado semanas desde que Abel forzó un enganchón en pleno Fuente de los Leones. Aún así, todos éramos conscientes de que la infantilidad del chaval no desembocaría en ataques de lobos vestidos con piel de cordero.

De todos modos, la mirada sucia seguía siendo una idea sólida para su organismo y más si se trataba sobre Carolina. Pero claro, su empanamiento 24/7 y ansias de apostar le impidieron prestar atención a los acentuados problemas de salud de Carolina, así que debía comprobarlo.

Su afán llegó al punto de perder la partida ante Jade y yo, y muy a pesar de contar con el delantero estrella, Luis, que estaba empezando a saborear lo que era jugar gratis al futbolín. Entonces, cuando nos reencontramos con Carolina, Abel pasó a la acción sin ningún tipo de titubeo.

-Carol, ¿qué tal estás? -preguntó con un tono jocoso que la muchacha conocía a la perfección.
-¿Y por qué preguntas? Si sabes como estoy. Que falso eres tío. -respondió con toda la bordería del mundo.

La discusión no pasó a mayores. Ambos intercambiaron miradas tensas para intercambiarse ofensivos predicados. Abel derrochaba viligancia por si ella volvía a dejarle plantado mientras que Carolina levantaba su rostro como muestra de su seguridad a la hora de seguir remando para que su relación con Cristian llegara a la orilla deseada sin importarle el que dirán.

Ante esta tesitura. Uno reflexionaba acompañado del silencio. Concluí que prefería pequeñas rencillas antes que el silencio frío e incisivo de Ainara y Armando, el carácter camaleónico de Javier y por supuesto, la toxicidad andante de Josué.

De echo, el propio Javier se dirigía al pub "Siocco" con más prisa que calma. Las llamadas perdidas caían como churros, pero él solo se centraba en llegar a su destino. Habiéndolo logrado, se encontró con su grupo fuera de su establecimiento. Tocaba saludar y agachar la cabeza por su impuntualidad.

- Hombre Josué. ¿Qué tal tío? !Cuánto tiempo tío! -saludó majestuosamente propinándole un abrazo.