La rabia de Abel se incrementaba a niveles inesperados. Sentía que su opinión era totalmente un cero a la izquierda y para colmo, le habían dejado caer que su estancia en la pandilla no iba a permitir sus actitudes infantiles.
Él tenía una visión totalmente distorsionada de los hechos, ya que se creía sus propias mentiras basadas en que no se le tenía en cuenta cuando simplemente potreaba como un niño pequeño si no hacíamos lo que él quería. Por lo tanto, su reacción fue de esperar. Sin embargo, Jade ya sabía de que pie cojeaba y no se iba a dejar arrollar por su discurso arrogante como fruto de su encrespamiento.
- Sí, te he mandado a tomar por culo. No quiero niñatos en el grupo. ¿Tienes algún problema?
- Pues sí, Jade, que me habéis dejado solo y esperaba que alguien viniera a preguntarme que me pasada. -respondió enérgicamente mientras se dirigía con ansias desafiantes.
- Anda, pobrecito, ¿qué pasa?, ¿qué tenemos que ir detrás de ti como un niño pequeño para ver que te pasa? ¿Quién eres, Pol, el primo de Sergio?
- Oye, ¿me estás llamando niñato? A mi me respetas
- Oye, ¿me estás llamando niñato? A mi me respetas
- Yo te respeto, cuando eres niñato, eres niñato. ¿Qué pasa, estamos en la guardería? ¿Tienes que ir al padre de Carolina a soltarle la bulla cuando nos puedes decirnos perfectamente por qué no querías ir? Ahh no, es que luego no tienes huevos porque eres un falso y un bienqueda.
Abel agachó la cabeza y se alejó. Todo hacía entrever que volvería a realizar otra espantada, ya que le habían dado hasta en el carnet de identidad. Por otra parte, Luis y yo agitábamos las manos sin cesar para que se calmara.
Cuando la olla a presión había dejado de hacer su trabajo, Abel se dirigió sigilosamente hacia nosotros. Todo parecía entrever que quería continuar con la discusión. Nada más lejos de la realidad, vino con el rabo entre las piernas.
-Oye, perdonad porque no haya dicho nada, pero me daba vergüenza decir que no quería ir a casa de Cristian. Es un barrio con muchos gitanos y tenía miedo que ocurriera algo.
Jade y yo asentimos. Sabíamos que aquella actitud escondía alguna razón que quería ocultar. De todos modos, éramos conscientes de que su carácter teatrero podía jugarle malas pasadas, ya que tendía a mentir para conseguir lo esperado. La respuesta de Jade resultó contundente.
-Si ya decía yo que me resultaba bastante raro.
- Tío, que conozco a la mayoría de la gente de mi barrio y son buena gente. Tú no te preocupes. -le tranquilizó Cristian mientras escuchaba la conversación.
Todo parecía entrever que había quedado solucionada la papeleta. Sin embargo, Abel sabía como comportarse de cara a la galería y no dudó en expulsar toda su rabia hacia Miriam y hacia mí al teléfono, ya que yo era quien siempre asumía su bulla y la chica permaneció ajena a lo ocurrido.
Además, la propia Miriam había decidido volver a salir. Se acercaba la Navidad y consideró que era el momento oportuno para reencontrarse con la pandilla. Es cierto que dejó de salir por los ambientes enrarecidos ocasionados por Amaia, Armando y compañía y que le aburría las quedadas. Sin embargo, nunca había dejado de preocuparse por ella a pesar de que decidió poner algo de distancia.
Eso sí, iba a volver con un ambiente totalmente caldeado. Jade y yo optamos por celebrar una cena de Navidad en el Wok. Había sido un 2016 intenso en los que las decepciones querían abrir puertas desconocidas, pero apasionantes. Todo quedaba en una incógnita, pero hacía falta verse rodeado de una segunda familia como apoyo familiar.
La cena era una prueba de ello. Además de la vuelta de Miriam, también tendríamos presente a un Raúl que nos contaría sus primeros tres meses de experiencia en la instrucción militar. Un acompañante inesperado era Gabi, el hermano de Cristian.
Tenía seis años y el propio Cristian, lejos de responsabilizarse como primogénito de la familia, no paraba de zarandearle y pegarle si articulaba alguna palabra mientras que la propia Carolina se encargaba de darle de comer, de vestirle y de llevarle al servicio. Jade también participaba en su entretenimiento jugando con él a los superhéroes.
Cristian sentía envidia ante tanto cuidado hacia su hermano, por lo que necesitaba llamar la atención a toda costa, y más cuando se estaba centrando en atraer la atención de Miriam y Raúl. No dudó en sorprender sacando los rincones más íntimos.
- Gabi, ¿qué hace el tate cuando se encierra en la habitación con Carolina?
Acto seguido, el niño soltó el trozo de filete empanado y esbozó un sonoro gemido que generó un mannequin challenge entre todos los miembros de la mesa.
Bueno, para ser sinceros, Luis, Raúl y yo ni nos percatamos puesto que estábamos sumergidos en conocer con total precisión la vida del ejército militar. La principal curiosidad renacía en saber si ciertas leyendas de la Marina son reales. Tocaba lanzarse al ataque, y nunca mejor dicho. Luis es un gran experto y no dudó en relucir su carácter picantón.
- Raúl, todos sabemos que en la Marina hay una gran comunidad de gais. Así que, voy a ser directo. ¿Activo o pasivo?
- Pues mira, te voy a responder contándote lo que hacemos en las guardias. Somos muy infantiles y no dudamos en sacar el niño que llevamos dentro. Por las noches, nos desnudamos y nos ponemos condones de colores y jugamos a pelear como si nos situáramos en una película de Star Wars.
Su firmeza en el lenguaje no verbal combinada con un discurso sincero y serio a partes iguales nos invitaba a deducir que la realidad había superado a la ficción. La noche prometía y curiosamente, iba a estar relacionada con el sexo, tanto para bien como para mal y no había hecho nada más que empezar.