El polémico intento independentista por parte de políticos catalanes se están convirtiendo en el cuento de nunca acabar durante estos dos últimos años y claro, no iba a pasar desapercibido en las semanas previas a las elecciones que adelantó el actual gobierno ejecutivo.
Quim Torrá, actual presidente de la Generalitat catalana, se le ha exigido retirar los lazos amarillos como motivo de solidaridad con los presos políticos o presos políticos (como cada uno lo quiera llamar) y la bandera estelada o independentista de sitios públicos por mostrar imparcialidad electoral.
Sin embargo, el diputado catalán se ha negado a obedecer las órdenes de la Fiscalía, alegando que se pretende "coartar la libertad de expresión de Cataluña". Este hecho supone cuestionarse lo siguiente: ¿la ley está por encima de la libertad o la misma libertad supone el incumplimiento de valores democráticos básicos?
El dilema es sencillo de resolver. Todo político tiene la libertad de expresión de llevar un lazo amarillo reclamando que un político que trató de implantar la independencia de un territorio de una forma más o menos pacífica (según el enfoque de cada uno), pero implantar dichos lazos o una bandera en la que cuyos valores, no todo el mundo se siente identificado en un lugar público es una falta de imparcialidad tremenda.
¿Y por qué podemos catalogar este hecho como un acto políticamente parcial? Pues muy sencillo, es cómo si por ejemplo el director de un colegio coloca la bandera del Real Madrid a las puertas del mismo centro educativo.
No pasa nada porque sienta simpatía hacia ese equipo y la puede poner, pero colocar dicho elemento supondría hacer entrever que todos se sintieran representados por lo mismo. ¿Qué pasa, que ponemos la bandera porque se supone que todo ese colegio es madridista y toda Cataluña es independentista? Pues no, el Estado y el organismo público debe estar a disposición de la totalidad de los españoles. ¿Imagináis que la Casa Real pusiera una bandera sobre el partido por el que se decanten?
En resumen, la libertad de expresión no es sinónimo de la carencia de objetividad, lo que supone una nueva demostración del discurso contradictorio lanzado por independentistas radicales cuando acusan a la prensa nacional de dar las noticias a su antojo y ellos tratan de superponer su propia ideología a las ajenas difundiendo lazos y manipulando a la gente en TV3.