El transcurso de la política española durante la segunda década del siglo XXI va a ser una de las facetas más estudiadas por historiadores al tratarse de uno de los contextos socio-culturales ideales para novelistas históricos.
La enorme crisis económica, la política de recortes del PP, la rotura del bipartidismo, la irrupción de la extrema derecha y el auge del independentismo radical no ha dejado indiferente a ninguno de los españoles.
Estos acontecimientos han generado una inestabilidad política que no se recordaba hace décadas y por tanto, marcará un antes y un después en la sociedad española. Sin embargo, esta influencia, ¿será positiva o negativa para nosotros?
Bueno, la perspectiva y la percepción temporal de cada uno determina si una persona puede ver la botella medio llena o medio vacía. Por un lado, no cabe duda de la posibilidad de presenciar tres diferentes presidentes de gobierno en un año no es una noticia que beneficie a nuestro progreso.
Sin embargo, en cada época convulsa, siempre nos queja una moraleja cómo aprendizaje. Por ejemplo, en los años 30 y 40, muchos de nuestros abuelos aprendieron que relacionar política y violencia acaba por dar la bienvenida al hambre, miseria y represión. Décadas más tarde, a finales de los años 70, muchos de nuestros tíos o padres comprendieron que la llegada de la democracia suponía concordia y por ende, buscar un factor común, aunque eso supusiera renunciar a ciertos principios.
Actualmente, muchos de los millennials han mostrado su radicalismo en redes sociales, generalmente hacia la izquierda e irremediablemente, la bilis hacia la derecha. Uno confía en que existen errores de juventud que sana el querido tiempo. Una clara demostración es la ruptura del bipartidismo que puede desembocar en la percepción de que no todo es blanco negro, es decir, que ni necesariamente el PP se enfoca exclusivamente en los obreros ni que el PSOE.
Este hecho ha provocado la llegada de una diversidad de partidos que puede favorecer enormemente a mentes abiertas que ven matices en el círculo cromático de la política. No obstante, la llegada de Ciudadanos, Podemos y Vox al congreso también tienen sus consecuencias, concretamente la de causar bloqueos políticos ante la dificultad de los pactos.
Estas eternas negociaciones nos demuestran que el partido más votado no siempre gana, mientras que el segundo más votado puede pactar con otro que ha llegado al 5 % de escaños. ¿Acaso es justo que un partido extremista que ha rascado un mínimo de votas tenga el futuro político en sus manos? En mi "humilde opinión", uno aprende a analizar si la ley electoral debe cambiarse.
Ojo, la misma ley que es objeto de argumento cuando se quiere defender si un determinado tipo de votación es legal o no o bueno, o si debe cumplir a rajatabla sin interpretar adecuadamente un acto de violación.
¿Es necesario cuestionar si los derechos humanos están por encima de ley?, ¿quizás la esencia de la democracia es la ley?, ¿o acaso la esencia de la democracia debe ir de la mano con los derechos humanos? Sinceramente, debemos cuestionar qué directrices se deben imponer para cumplir ciertos derechos y tener el razonamiento necesario que nos permita incidir en la esencia de la justicia.
No obstante, hay elementos que no pueden ser primados por ley, pero que la ética debe castigar severamente. ¿Dónde se ha visto que un político que está dispuesto a velar por el bienestar del ciudadano se dedique a seducir a los demás soltando pestes del otro? ¿Qué pasa, que vivimos en una telebasura perpétua?
Sin duda, existe la esperanza de que muchos tengan grabados a fuego que las campañas políticas son ocasiones para explicar proyectos y desglosarlos, y no para desprestigiar enemigos. La política es colaboración, no una guerra continua.
En definitiva, los conocimientos de mi abuelo relucen en malos tiempos para la cordura. Llevaba más razón que un santo cuando me explicó que una persona adquiere valores sólidos y sanos cuando vive en una sociedad injusta y alocada. Por lo tanto, puedo decir la mierda, paradójicamente ha purificado mi saber y llegar a una adicción interminable: "saber que no sabes nada".